Querida mamá: A los jovenes la política nos jode, ayer y hoy

TOMANDO POSTURA




Los jóvenes, desde siempre, fueron señalados por algo. Pero, por primera vez, a partir de la década de los 90 lo fueron por una supuesta inacción, insensibilidad y su poca o nula participación en la cosa pública. Hay que aclarar también que mucha de esta crítica y el paralelo inevitable entre una y otra generación estuvieron – y están – cargadas de un componente constructivo. “Carta a mi hija Úrsula”, de la socióloga peruana Nena Delpino, es uno de los documentos que surgieron en esa línea a principios de los 90. Aquí Nena (qué nombre genial), a manera de epístola, critica lo que comenzaba a parecer una actitud impertérrita de los jóvenes ante una realidad que abrumaba – y que abruma. La figura que utiliza es precisa. Tres elementos: Una carta (desfasada ante el email, fría y cálida al mismo tiempo), una carta a una hija, una carta que nunca fue respondida. Adelantan, pues, la nostalgia, la esperanza, la humanidad que se van a esconder detrás de expresiones como “[…] Un pragmatismo descarnado parecería ser el rasgo más característico de los jóvenes de esta década”.

Digamos la verdad. El contexto era, al menos, poco propicio. La década de los 80, marcada por el caos económico y una guerra trágica para el país; y los 90, con las heridas aún abiertas a flor de piel y un contexto de desprestigio de la administración pública. La circunstancia dejó sin resquicio alguno a la juventud. Urgencias como el buscar qué hacer con el dinero - que perdía valor a medida que pasaban los minutos-, el miedo al cochebomba o al solo hecho de participar y ser tildado como parte de uno u otro bando en la sacada de mierda que nos dábamos todos, determinaron que se entrara en un estado de frustración, desconcierto y desesperanza. Y en ese sentido habría que hablar también acerca de la falta de instituciones, entendidas estas como espacios en los cuales se hubiera podido refugiar o construir una conciencia social que no flaqueara.

A pesar de que las condiciones han cambiado hacia esta década, la situación respecto de la participación política parece no haber sufrido –o gozado- alteraciones en mayor grado. Los partidos no son más opción válida como canal de expresión de la voluntad política de los jóvenes. El que este hecho tenga como explicación la desidia “ciudadana”, la obsolescencia o la percepción de corrupción dentro de estas jerarquías, trasciende los alcances de este escrito. Sin embargo, es necesario explicitar el hecho. Más aún cuando, tal como está constituido el sistema político, es sobre estas organizaciones que se tendría que sustentar la viabilidad del proyecto democrático. Por otro lado, la visión de los partidos hacia los jóvenes es básicamente electoral, utilitarista y, por ende, discontinua. Y en esta dirección no hay mucho más que decir.

Úrsula, la hija de Nena, será seguramente una universitaria como nosotros. Y se verá envuelta en este dilema: ¿es acaso la participación en la cosa pública una pérdida de tiempo para los jóvenes? Se cree que únicamente mediante la formación profesional se contribuye a la sociedad. De antemano sabemos que no hay persona “no egoísta” en la medida que tenderá al éxito personal. En realidad, una y otra forman una unidad, debido a que la universidad, como parte del sistema educativo, tiene como misión principal formar ciudadanos… y los ciudadanos nunca se desentienden de la política.

Ante la insuficiencia de los canales convencionales de participación, los jóvenes han comenzado a tomar caminos alternativos. Si bien es cierto que muchos han optado por la anomia, otros han optado por construir esfuerzos comunes particulares. Así, la forma de organización de la juventud es notoriamente diferente a la de hace 20 años; canales de participación son, por ejemplo, la vigilancia pública, el arte y el voluntariado. Estas expresiones no convencionales se han convertido en el refugio de los jóvenes que tienen preocupación por la cosa pública o que quieren hacer política. Sin embargo, a pesar de que las organizaciones de jóvenes hacen muchos proyectos de incidencia no llegan a consolidar una opinión propia y se sienten cómodas autodenominándose a sí mismas “apolíticas”. La adopción de este calificativo induce a un doble riesgo. Por una parte, niega su condición inherente de participante activo en la cosa pública, dejando las decisiones más importantes en manos de “políticos eternos”; y por otra parte, rechazan convertirse en aliados de la política con mayúsculas, alianza que en generaciones anteriores los jóvenes aspiraron lograr con un protagonismo indiscutible.

En ese sentido, parece que la participación política tendrá necesariamente como determinante a la circunstancia, es decir, al contexto específico o incluso a una simple moda. De esa manera no se transforma. Sí, se pueden hacer movidas –y ahora más con las redes sociales virtuales– pero siempre inarticuladas… itinerantes, insuficientes.

Hoy en día, los jóvenes sentimos impotencia ante el reto de empezar a construir un “proyecto país” desde cero. Ante ello tenemos que extender puentes de diálogo con otras generaciones para no repetir una visión generacional aislada. Es necesario generar un espacio de empatía, (auto)crítica, de sinergia entre (in)experiencias y (des)esperanzas de generaciones de (otrora) muchachos que siguen convencidos en la promesa de la vida peruana.

Los jóvenes estamos en esa búsqueda constante de hacer una política renovadora y productiva… cautivadora. Participamos en este monótono -pero genial- juego del “yan ken po” por otros medios. No rehuimos a los retos, no renunciamos a la herencia de un destino llamado Perú. Asumimos y encaramos la política como proyecto; y en ese proyecto las nuevas formas no hacen más que enriquecerlo y permiten llegar a esas personas desligadas –que viven en sus enmarañadas pero no inquebrantables burbujas- y vincularlas de una forma placentera, con mucha reflexión y poca palabrería absurda de la que ya estamos hartos.
Y sí, la política –vamos a ponerla como sujeto- nos jode; porque es; porque existe. Si participamos convencionalmente, nos manda a pegar carteles; y de manera no convencional, nos estigmatiza como integrantes de ghettos, de islas… como apolíticos; en definitiva, nos frustra. Y si no, nos avasalla, nos apabulla, nos sobrecoge. Ahora, deberíamos pensar cuál es la relación –más allá de tormentosa– entre la política, los jóvenes de hoy y los de ayer. ¿Es ella la que nos jode, o somos quienes la jodemos? O en todo caso, más que pensar, hacer; hacer algo con esta relación que está.

¿Hacer? Hacer es lo que viene en este blog.


Retomando postura: el documento

Aquí te presentamos nuevamente el producto de nuestro proyecto en un breve pdf para scribd.


A los jovenes la política nos jode ayer y hoy

Jóvenes y política, ayer y hoy. Carta para Úrsula, carta para ti...


A través del recurso epistolar, como comunicación entre una madre peruana y su hija adolescente, se formula un contraste generacional entre aquellos que, como la autora, fueron jóvenes en la década de los años 70 y quienes, como su hija, lo son hoy. Desde esta entrada, se pasa revista a la significación de la política y el compromiso social con el país hace 30 años.

El caso peruano, a nivel latinoamericano, pone especialmente de manifiesto la crisis regional y la frustración de las esperanzas de cambio y reforma social. La generación joven de hoy, cuyos comportamientos específicos aparecen presididos por el desconcierto, tienden hacia formas anómicas de conducta entre las cuales destacan la drogadicción y la violencia. El fenómeno de Sendero Luminoso es retratado, a través del testimonio de la madre de un militante, como capaz de convocar en un sector de lajuventud peruana de hoy su necesidad de justicia y de orden…



Aquí, queremos compartir con ustedes el texto escrito por Nena Delpino que inspiró a este proyecto y que esperamos disfruten tanto como nosotros:


Jóvenes y política, ayer y hoy. Carta a mi hija


Del nombre del proyecto: La Co-Herencia

Coherencia y Co-Herencia. Atribuir al lenguaje coincidencias puede resultar un tanto mezquino. Así la bipartición de la palabra coherencia y la generación del concepto que inspira este proyecto no tienen por qué obedecer a alguna casualidad o juego de palabras sin contenido y puede ser mucho más que una transformación puramente comercial, promocional.

De manera sencilla y restringiéndonos al ámbito del proyecto, por co-herencia se puede entender un traspaso de conocimiento, más aún una interacción generadora del mismo. Lo cual, ineludiblemente, implica la comprensión del otro. Esfuerzo que demanda no solo conocer el sistema de principios y acciones del agente sino darle cierta valoración e incorporarlo a la estructura propia, forjando con este un territorio común. Para lo cual es necesario encontrar en el agente cierta racionalidad, la cual se cristaliza en el descubrimiento de una consecuencia entre sus principios y acciones (Quintanilla, Pablo 2001). Dicotomía que cuando articulada algunos conocemos como ser coherente.

Es entonces en la viabilidad de este espacio compartido que se puede vislumbrar una relación tangible entre los dos términos citados, es aquí que el hecho de que una palabra se derive de la otra adquiere cierta significancia. Constituyendo finalmente una relación de tipo causal en donde para la consecución de la comprensión del otro, de la co-herencia es necesario el reconocimiento de partes coherentes.


Capítulo 99: bloguea!


Capítulo 99: bloguea!

¿Estamos acaso viviendo un capítulo 99 en nuestra historia?
¿A qué te suena capítulo 99?


El proyecto: La Co-Herencia

El proyecto “La Co-Herencianació con el afán de corroborar la opinión - extendida - que sostiene que las recientes generaciones de jóvenes carecemos de motivación política y aunado a este análisis generar una suerte de manifiesto que siente posición acerca de la relación que creemos tener los aludidos con la participación en este ámbito.

Este enfoque, sin embargo, corría el peligro de caer en terreno baldío ante la amenaza de la incursión en un diálogo sordo, falto de contacto creador de retroalimentación y del ejercicio insuficiente - casi estéril - que podría implicar una visión generacional aislada en la consecución de un proyecto país.

El proyecto viró entonces hacia la propiciación de un espacio que mediante la empatía, (auto)crítica y el debate permita el entendimiento y articule percepciones, (in)experiencias y (des)esperanzas de cuatro generaciones de (otrora) muchachos que vieron – o siguen viendo - en el Perú una potencial Nación moderna.

En ese sentido se llevaron a cabo conversaciones con gente de las generaciones de los 70, 80, 90 y de diferentes perfiles (políticos, académicos, artistas, burócratas y demás). A partir de lo cual se plantea este blog como alternativa para dar continuidad al proyecto.


Este blog quiere ser y hacer es-pa-cio. Espacio donde interactúen contenidos y formas todas, respecto a lo que sea que entienda cada uno por proyecto país: cada generación, con sus peculiaridades y perfiles distintos. Nunca más diálogo sordo. Una política humana. Humana.

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